“Mujeres,
separaos, que los obreros del mundo se unieron y fracasaron. Nosotras
con nuestros cuidados maternales destruiremos a los hombres.” Uno
de los personajes de una película de Miguel Oscar Menassa, nos
muestra cómo la dialéctica maternal, cuando va más allá de los
cuidados propios de la especie, puede llegar a destruir el
desarrollo psíquico normal de un individuo. Si lo llevamos al
terreno de la pareja, vemos muchas problemáticas en lo referente al
amor y al deseo, al ser hombre, al ser mujer, amante y amado. Sin
producir un encuentro con el goce, cercenan posibilidades y
despliegan su sexualidad en esa regresión infantil, donde uno hace
de madre y otro de hijo. “Con quién has estado”, “qué has
estado haciendo”, “cuéntamelo todo”, “una pareja tiene que
decírselo todo al otro, ¿no confías en mí?” son frases que
circulan en una dialéctica cerrada que recuerda más a esa relación
donde le contabas todo a tu mamá, una relación que tilda más de
exclusiva y excluyente, donde el otro no es el otro, sino una
rememoración infantil.
¿Haces de
la persona que te acompaña, en lugar de una conversación abierta a la
libertad y al goce de la conversación, un interrogatorio? Puedes
estar reprimiendo al otro, y lo que se reprime, con más fuerza luego
actúa. Se van generando sentimientos hostiles que no se les pueden
dar cauce, aconteciendo irremediablemnte “síntomas” en la
relación (como por ejemplo falta de deseo, problemas sexuales, e
incluso trastornos psíquicos y somáticos)
Hay una
parcela de intimidad imprescindible que hay que construir en la
pareja, necesaria para el desarrollo individual y de ambos, para que
cuando haya un encuentro, sean varios encuentros donde se desplieguen
otras posibilidades, otras frases, otros pensamientos, otros de uno
mismo que sorprendan, que estimulen el deseo. Porque una persona es
el resultado de otras bocas, de otros encuentros, otras frases,
pensamientos, lecturas...que propician el juego en la relación y
establecer esa idndividualidad tan necesaria, porque no hay dos sin
tres.
¿Qué es
confiar? La confianza es permitir el crecimiento del otro. Reside en
poder elaborar pactos posibles,en aprender a conversar para escuchar
lo que realmente cada uno desea, observar los elementos que en uno y
en otro se ponen en juego y darles un cauce adecuado. Es estar con el
otro en el tiempo que toca, que uno tiene que estar, no en el antes
ni en el después.
Cuando el
amor y el deseo están unidos en un mismo objeto, hablamos de una
sexualidad adulta. Cuando el otro no es objeto de mi deseo, puede
tratarse de esa madre fálica, totipotente, que todo nos calma ¿y
así cómo vamos a desear? Se reviste a los objetos actuales en
objetos incestuosos, en el sentido de que son posiciones
inconscientes, que uno actúa, que se pone en ese lugar una y otra
vez sin darse cuenta, repitiendo, en un juego de identificaciones con
figuras familiares (con su papá, con su mamá...) cuestiones
infantiles no resueltas donde él o ella (y ambos porque en una
relación siempre hay un pacto inconsciente) reviven “sin querer”.
Actúan en el presente como una proyección, una pantalla, y el otro
no es el otro entonces, es un fantasma familiar, una repetición de
una posición que no logra resolver. Hay quien repite las mismas
frases, en el presente, a esa madre, de la cual siente no haber recibido
cariño, o reclama a ese padre, en el otro, un amor que le fue vedado
en su yo infantil, y que ahora inconscientemente borda en su tapete
actual familiar.
Nada es
lo que parece. Por eso es que los consejos, las pautas, no sirven en
una problemática que se extiende más allá de lo razonable. Uno
hace, toma posiciones, sin darse cuenta, porque hay una tendencia que
es más fuerte que uno mismo y eso, es algo inconsciente, que hay que
resolver con un terapeuta de parejas con formación psicoanalítica.
Laura López,
Psicoanalista Grupo Cero
Telf.: 610 86
53 55